Se planteó un cartel, donde aparecía la convocatoria a la celebración, que fue realizada por dos parroquias, Santa Teresa de Jornet y Santa Teresa de Jesús, ya de inicio un reto a todos, ya que invitaba a asistir a los jóvenes de espíritu.
La invitación decía así:
Hola amigos ¿Qué os parece si celebramos Pentecostés a lo grande?
Os proponemos un encuentro con gente, también de otras parroquias y una vigilia de oración para vivir este momento a tope, como los verdaderos protagonistas que somos y para acabar cena de sobaquillo
No lo dejes pasar te esperamos!!
El acto muy emotivo y entrañable, no defraudó a nadie, muy bien organizado por los jóvenes de edad y otros de “espíritu”. Se inició con una presentación a fin de que nadie se sintiera extraño y caer en la cuenta de cómo se llamaba aquel que nos sonaba su cara y no recordábamos su nombre, seguidamente un juego, a modo de una toma de contacto y romper el silencio.
Acto seguido pasamos al templo, donde nos reunimos por grupos según una numeración en la que se establecía la unión de los números uno, con los unos y así sucesivamente, esto nos ayudó a separarnos de aquellos con los que estábamos siempre y juntarnos para reflexionar con otras personas.
Ya en el interior se fueron comentando los siete dones, respondiendo en cada grupo a uno de los dones, con un planteamiento, qué analizaba qué representaba para nosotros y como los explicaríamos a los demás.
Además de las explicaciones que se nos dieron por parte de los monitores, nuestro Párroco, realizó un amplio comentario sobre cada uno de los siete dones.
Posteriormente se invitó a uno de cada grupo a que subiera a comentarlos en el altar, haciendo una ofrenda de una vela en señal de luz y compromiso de los resúmenes leídos.
Cerraron el acto nuestro amigo Tomás Ibáñez, cantándonos y tocando con el coro el Padre Nuestro y a continuación Fernando Gea leyó una oración de despedida y también una carta que nos habría enviado Jesús extraída del Evangelio.
PADRENUESTRO TOMAS
«Estando él en cierto lugar orando, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: “Maestro, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos”» (Lc 11, 1).
En respuesta a esta petición, el Señor confía a sus discípulos y a su Iglesia la oración cristiana fundamental. San Lucas da de ella un texto breve (con cinco peticiones [cf Lc 11, 2-4]), San Mateo una versión más desarrollada (con siete peticiones [cf Mt 6, 9-13]). La tradición litúrgica de la Iglesia ha conservado el texto de San Mateo.
Cuando oramos es el Espíritu quien ora en nosotros, el mismo Espíritu que hoy ha sido derramado en nuestros corazones. Dejémonos conducir por Él dirigiendo nuestra oración hacia el Padre.